Las pymes forman la espina dorsal de nuestras
economías. Constituyen más del 90% del tejido empresarial, crean
alrededor del 70% de los empleos y contribuyen de manera notable a la
creación de riqueza nacional. Además, una gran parte de ellas
contribuyen al empoderamiento económico de la mujer. Su tamaño les
permite ser más ágiles y flexibles proporcionando así un terreno fértil
para la creatividad y la innovación, dos elementos fundamentales de la
economía del siglo XXI.
Cuando me invitaron a debatir en Buenos
Aires sobre cómo desarrollar políticas nacionales e internacionales que
respondan a las necesidades de las pymes no lo dudé un instante . El
Centro de Comercio Internacional (CCI), la agencia de desarrollo de la
OMC y de las Naciones Unidas que dirijo tiene precisamente como misión
ayudar a la internacionalización de las pymes.
Más productivas y con mejores salarios
Nuestra
experiencia nos enseña que las pymes que participan en el comercio
internacional son más productivas y pagan mejores salarios. Y sin
embargo la mayoría de ellas no exporta. En América latina la
participación de las exportaciones de las pymes en el total de sus
ventas está por debajo del 5%. En Malasia ese porcentaje se eleva a 55% y
en Tailandia, a 47%.
¿Cuál es la razón de esta discrepancia? Por
una parte, las pymes latinoamericanas se especializan en productos de
menor valor agregado, debido a que cuentan con una estructura de
producción muy heterogénea. Están menos integradas en cadenas globales
de valor que las asiáticas (sobre todo en la parte baja de la cadena) y
muy concentrada en recursos naturales y minerales.
Además,
si bien las pymes son responsables del grueso del empleo en América
latina, lo cierto es que contribuyen alrededor del 30% del producto
interior bruto, mientras que en los países de la OCDE esta contribución
llega al 60%.
Un buen diagnóstico, la clave
Competitividad,
productividad y posicionamiento en cadenas de valor son por lo tanto
los retos a encarar para ayudar a las pymes a diversificarse, generar
mayor valor añadido y participar en mayor y mejor medida en el comercio
internacional. Y no hay fatalidad alguna que impida hacerlo. Se trataría
primeramente de elaborar un diagnóstico detallado y microeconómico. Se
buscaría en una segunda etapa aplicar un plan de acción que podría
contener los siguientes elementos.
En
primer lugar haría falta un plan de choque para la mejora de la calidad
de la pyme. Tanto si esta exporta a un consumidor final como si lo hace
como partícipe en una cadena de valor, se enfrenta a estándares y
normas de calidad que van en aumento. A las normas tradicionalmente
elaboradas por entidades públicas, se añaden ahora las elaboradas por
entes privados, ya sean empresas u ONG. Hoy un 40% de estos estándares
privados de sostenibilidad se originan en países en desarrollo. Lo
cierto es que la carga reglamentaria para bienes y servicios se
incrementa, empujada por consumidores, clases medias, que en el norte
como en el sur piden mayores niveles de calidad. De acuerdo con las
conclusiones de nuestro Informe 2016 sobre la Competitividad de las
pymes publicado el mes pasado, un incremento de 10% de la carga
reglamentaria disminuye las exportaciones de las grandes empresas en
1.6% mientras que el impacto en las pymes es del doble.
Este plan
de choque debería incluir mecanismos que faciliten el acceso a la
información y la formación sobre normas y reglamentos de calidad para
las pymes, el fortalecimiento de las infraestructuras técnicas sobre
todo las de acreditación y certificación, la mejora de la gestión
aduanera para facilitar el cruce de fronteras y la adopción de
mecanismos internacionales destinados a fomentar el comercio.
En
segundo lugar sería necesario un plan de acceso a la innovación y a la
tecnología, sobre todo la digital. En un mundo que se encamina hacia la
cuarta revolución industrial, es imperativo identificar mecanismos y
políticas que ayuden a estas empresas a difundir tecnologías de
competitividad en la economía.
En tercer lugar, sería importante
facilitar el acceso de las pymes al crédito, en particular a
financiación para el comercio. En este momento de desaceleración del
volumen de comercio mundial, sería poco aconsejable exacerbar la
tendencia poniendo trabas al acceso al crédito.
Finalmente, sería
necesario reducir los obstáculos no arancelarios tales como
procedimientos burocráticos excesivos o una imposición desproporcionada,
que han ganado en peso a medida que los aranceles al comercio
internacional han ido cayendo, y que graban de manera desproporcionada a
las pymes.
Los primeros pasos
Argentina ya está dando
pasos importantes en esta dirección, con la reciente elaboración de la
Ley PYME que busca aliviar la carga impositiva y la mejora del acceso al
crédito. Pasos adicionales en esta dirección podrían complementarse con
acciones a nivel multilateral, incluida en la OMC, cuya próxima reunión
ministerial se celebrará aquí el año próximo.
Argentina tiene la
oportunidad de liderar un esfuerzo global para trabajar por un comercio
más inclusivo con beneficios para todos.
Fuente: lanacion.com.ar
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