Hace 40 años que dicto la materia Comercio
Internacional. Empecé en Columbia, Nueva York, luego Princeton y por
décadas en Ucema. Este cuatrimestre me toca nuevamente y enfrento una
nueva generación de jóvenes fascinados (creo) con el tema. Cada tanto
pienso que soy un inútil ya que la teoría está escrita hace décadas.
Pero en Argentina no hay nada escrito. Los dilemas clásicos vuelven
siempre: proteccionismo, lobbies, atraso cambiario, deuda externa, costo argentino, competencia desleal, y sigue la lista.
La
teoría clásica del comercio supone dos productos: exportables (¿agro?) e
importables (¿industria?). La práctica indica que hay un tercer bien:
activos financieros, ahorro externo o endeudamiento. Lo último es lo más
relevante (y problemático) en Argentina.
Se
dice que los países exportan para pagar las importaciones. Si prohíbo
importar, equivale a prohibir exportar, ya que las exportaciones no
servirían para nada. El costo del proteccionismo lo paga el sector
exportador y, peor aún, el consumidor de productos importables que suben
de precio, sin que haga falta un impuesto.
El Gobierno se endeuda
para pagar sus gastos. Cuando el Tesoro ingresa las divisas producto de
su endeudamiento, se alteran los mercados de capitales y de divisas.
Dependiendo del sistema cambiario vigente, se generan diversas
alteraciones en la trayectoria del tipo real de cambio, ya sean
transitorias o permanentes. Hay volatilidad.
Invertir en marca
La
volatilidad en las reglas del juego es lo peor que puede existir para
el sector exportador de productos no-rentísticos. Rentístico es un
sector que usa un factor que es inamovible (hasta cierto punto, la
tierra se puede abusar con bajo precio, pero eventualmente cae la
productividad también). Para exportar hoy día productos diferenciados
exportables, hace falta no sólo inversión en capital físico sino también
en lo que se denomina marca. O sea, hacer conocer el producto en los
mercados externos y desarrollar las redes de distribución necesarias,
incluyendo el acceso a las góndolas de los supermercados. Todo eso
cuesta muchísima plata.
El mejor caso es el del vino, que Chile
supo manejar de modo excelente hace décadas. La marca Chile en vino es
mundialmente reconocida. Han invertido en ella. Y parte de ésta
inversión se debe a la maravillosa estabilidad macroeconómica.
Argentina
tiene marcas iguales y mejores que las chilenas pero sus productores
enfrentan la desventaja de la inestabilidad del tipo real de cambio.
Para qué gastar en publicidad, ferias y distribución, si llegado el
momento de vender en Londres, el Gobierno se endeuda para financiar un
bonus navideño e inunda el mercado con dólares, bajando el tipo de
cambio y fundiendo al potencial exportador que tanto había invertido.
Impacto en el tipo real de cambio
En
pocas palabras: la trayectoria del endeudamiento externo del sector
público tiene fuerte impacto sobre el tipo real de cambio y éste afecta
gravemente la estrategia inversora del sector exportador que todos
deseamos desarrollar. Es hora que el sector público deje de
desincentivar actividades que la sociedad quiere impulsar.
Los
impuestos son otro problema que afecta a la Argentina. A la ineficiencia
del gasto público asistencialista y su financiamiento, se suma la
impagable carga impositiva, que hemos estimado en superior al 70% en el
Centro de Economía Aplicada de la Ucema. El que paga impuestos en
Argentina sólo recibe el 30% de su trabajo. No es sorpresa que haya
colas de kilómetros para comprar en Chile cosas que cuestan el 30% de lo
que valen acá.
Basta de deuda externa, de gasto populista, de
aumentar impuestos. Bajen el gasto. Esa es la receta para desarrollarse
en el sector externo y para que todo el país crezca como se debe.
Fuente: Lanacion.com.ar
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