Teniendo en cuenta la escasez de capital, hoy la clave en la Argentina pasa por reducir los costos, mejorar los procesos y eliminar las regulaciones; crear empleo.
La
Argentina enfrenta un gran cambio estructural. Empecemos por reconocer
que la inversión es tan o más importante que el consumo. Sin inversión
no hay forma de crecer y las tensiones para repartir un PBI estático
seguirán siendo enormes y formando un juego de suma cero, donde uno
recibe a expensas de otro. Por ello es vital determinar qué inversión y
con qué objetivo trabajaremos, lo que nos lleva a analizar en qué
sectores se logrará el mayor impacto. El comercio exterior es un gran
candidato.
En
un análisis muy básico, es relevante reconocer que el comercio es la
principal fuente de riqueza para una persona, una empresa o un país.
Es
necesario vender los propios productos y servicios asumiendo el menor
costo posible, para poder comprar la mayor cantidad de otros productos.
Ya sea que se adquieran medicinas, acero, tiempo libre o comida, lo
importante es que ningún país es autosuficiente, ni tiene sentido que
intente serlo.
En cambio, sí debe buscar ser lo más eficaz posible en producir,
transportar y vender sus productos. Cuanto más venda y menores sean sus
costos, mayor será la calidad de vida de su población.
¿Cómo
reducir entonces los costos? ¿Cuáles? Los hay de producción,
administración, logísticos, regulatorios, impositivos, entre otros.
Es
necesario identificar las conexiones entre proveedores, empresas y
consumidores en una cadena de producción global para asegurar su
competitividad.
La inversión debe dirigirse a reducir costos, y no
necesariamente a replicar lo que alguna vez tuvimos, aunque más
puertos, caminos y hospitales claramente ayudan a eliminar cuellos de
botella. El elemento crítico es identificar cuál es el recurso escaso y
darle el mejor uso posible.
En la Argentina el recurso escaso es el capital (con perdón de la palabra).
Para reducir las necesidades de capital podemos eliminar las regulaciones que osifican una estructura y dificultan su uso 24x7.
Con los mismos recursos se generará más empleo y podrá atenderse a más producción con menos costo.
Un barco en alta mar
De
la misma forma que ningún barco se detiene en alta mar de noche, o que
un tomógrafo se usa el día completo, hay una gran cantidad de servicios
que pudieran proveerse 24 horas, redundando en una notable reducción de
costos.
Los servicios logísticos ganarían si pudieran aproximarse
hacia ese uso. Cuando descansa el camionero, descansa el camión. Cuando
se demora un embarque, se demoran todos los que le siguen. Cuando se
cierra por el fin de semana, los edificios están vacíos. Todo eso
significa capital ocioso.
La Argentina tiene el puesto 66° en el índice de Performance Logística -LPI- del Banco Mundial, que considera siete medidas (lpi.worldbank.org).
En algunas de estas medidas los resultados son aún más pobres: en
eficiencia en los procedimientos de aduana ocupamos la posición 76° y en
transporte internacional, la posición 81°.
No es sorpresa que
todos los países desarrollados cuenten con elevadísimos índices,
demostrando eficiencia a lo largo de toda la cadena.
Además de reducir costos, es imperativo mejorar la confiabilidad, determinante de la performance logística, aún más importante que el costo.
Con
el grado de competencia mundial no puede haber incertidumbre de cuándo y
cómo se recibirán los productos. Y esto sólo se logra modificando
procesos.
¿Por qué los depósitos fiscales tienen horarios regidos
por la administración pública o los francos del personal se deciden por
convenios sindicales? ¿Por qué los instrumentos financieros o las cartas
de porte tienen que ser certificados en determinados horarios? ¿Por qué
tener normas y estatutos que nos complican?
Busquemos mejorar procesos, desregular, logremos economías de escala y el costo será menor para todos. Hay mucho para avanzar.
Fuente:LaNacion.com.ar
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