lunes, 10 de julio de 2017

El comportamiento de las importaciones energéticas

Aunque la balanza mejoró en los últimos años, el cambio se debe más a cuestiones coyunturales que a modificaciones estructurales; el papel clave de las fuentes renovables y la fijación de tarifas.

La balanza energética mejoró en los últimos años: mientras en 2014 fugaba más de 7000 millones de dólares al año, en 2015 esa cifra bajó a menos de 5000 millones y en 2016 a cerca de 3000 millones . Desde 2013 hubo una caída importante de las importaciones energéticas que da más oxígeno a la Argentina.
No obstante, esta realidad más conveniente que la anterior -no por eso positiva-, está propiciada por la importante baja del precio del petróleo de los últimos años, a lo que se suma el enfriamiento de la actividad industrial. Es decir, en términos futbolísticos, si el precio del petróleo se recupera los próximos años y no damos solución a las causas estructurales que llevaron al país a perder el autoabastecimiento energético, nos vamos al descenso.
Según estadísticas del Instituto Argentino de Petróleo y Gas, la producción nacional de gas promedia los 44.000 millones de metros cúbicos/año en el último lustro. Esto arroja una producción promedio diaria de 122 millones de m3. La producción se mantuvo prácticamente invariable estos años.
Sin embargo, en los meses más fríos, la demanda doméstica nacional supera los 150 millones de m3/día. Por tanto, la única forma que tiene la Argentina de no endeudarse importando gas de países limítrofes (y otros no tanto como Qatar), es producir más energía o consumir menos.
Uno de los barcos con gas, en el puerto de Bahía Blanca
Uno de los barcos con gas, en el puerto de Bahía Blanca. Foto: Archivo
Cuando se habla de producir más energía en el siglo XXI, hay que hablar de energías renovables, es decir, aquellas que utilizan los recursos inagotables que provee la naturaleza. Sin dudas nuestro país está bendecido con el calor del norte, ideal para captar energía solar; los vientos patagónicos que pueden proporcionar energía eólica de calidad y cerca de 5000 km de costa que posibilitan explorar la energía mareomotriz, entre otras alternativas.
Este año fue bautizado como el Año de las Energías Renovables y debería alcanzarse la meta que fijó la Ley 26.190/06, de que al menos 8% de la energía provenga de fuentes renovables. Si bien el objetivo se alcanzará alrededor de 2019 -según el propio gobierno admite-, se redobló su apuesta y la ley 27.191/15 -modificatoria de la anterior-, fijó un nuevo horizonte de 20% de energías renovables para diciembre de 2025.

Beneficios impositivos

Se otorgan importantes beneficios impositivos a quienes inviertan en el sector (devolución anticipada del impuesto al valor agregado y amortización acelerada vinculada al impuesto a las ganancias, certificado fiscal para pago de impuestos cuando se alcance el porcentaje de componente nacional, por ejemplo) y arancelarios (exención del pago de los derechos a la importación y tasa de estadística por la introducción de bienes de capital, equipos especiales, partes o elementos componentes, cuando no medie producción nacional).
Asimismo la normativa remunera la energía que se vuelca al mercado mayorista a través de un Fondo Fiduciario de energías renovables e invita a las provincias y a la Ciudad de Buenos Aires a adherir y a dictar su propia legislación relacionada. Todo esto hace que se sigan sumando proyectos de inversión en el ámbito del Ministerio de Energía (cerca de 70 en la actualidad).
La otra punta para controlar endeudamiento energético es el consumo. En una economía de mercado, el consumo y la producción de cualquier bien -como la energía- están íntimamente ligados a su precio (las tarifas).
Si el precio de la energía es muy bajo, la gente tiende a derrochar y el empresario no tiene incentivo a producir.
Si el precio es muy alto, el empresario obtiene ganancias por demás de generosas y la gente podría hasta abstenerse de consumir (boicot).
Si el precio de la energía está en equilibrio, se favorece a la producción y al consumo razonable. Este punto, el de propiciar el funcionamiento adecuado del mercado (previendo por supuesto una tarifa social para sectores vulnerables), debe ser especialmente resguardado por nuestro país si se pretende una transformación de la matriz energética de los próximos años.
La transformación de la vida diaria tal como se conoce es otro punto a trabajar.
Este año (por medio del decreto 331) se dio el primer paso para favorecer el ingreso de automóviles eléctricos e híbridos sin pago de arancel de importación o con aranceles mínimos de 2 o 5% (si vienen montados), hasta un cupo de 6000 unidades y por tres años.
La cifra es insignificante si la ponemos en perspectiva con los más de 700.000 patentamientos anuales que tiene el país, pero es importante toda vez que señala el inicio de un camino diferente.
Por último, es importante que comprendamos que somos parte de un sistema. Como escribió el fallecido filósofo polaco Zygmunt Bauman, no hay soluciones locales a problemas globales. Es importante que la Argentina haya ratificado recientemente el Acuerdo de París por el cambio climático y se alinee con políticas más amigables con el medio ambiente, para beneficio de todos y propio.

Fuente:LaNacion.com.ar

 

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